A finales del siglo XVIII aún se encontraban asentados y creciendo en gran parte de Europa occidental. La brutalidad innecesaria en su contra solo fue una pérdida de energía. Poco a poco empezaron a surgir nuevas propuestas respecto a la forma de aceptar a este pueblo colorido.
Gran Bretaña, Francia, y España atacaron durante cierto tiempo deportándolos, con lo que ayudaron a que se esparcieran por todo el mundo. Gran Bretaña los envió a Australia y el Nuevo Mundo, Francia a Luisiana y España a Brasil.
Todavía a mediados del siglo XIX, se les perseguía con crueldad. Durante la Segunda Guerra Mundial, los nazis hicieron once campos de concentración en Francia exclusivos para los gitanos en donde murieron cerca de 250.000. Se dice que el total de gitanos ejecutados en los países controlados por Alemania pudo ser casi 600.000.
A mediados del siglo XVIII se consideró a la reforma alemana como una respuesta al problema gitano. Su herramienta más efectiva era la reforma y religión obligatorias y los misioneros se entremezclaron con los gitanos para trabajar en especial con los niños. La finalidad era lograr una continua conversión religiosa obligatoria. Esta acción bien podría compararse con la conversión obligatoria al cristianismo de muchas tribus norteamericanas.
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